31 oct 2020
Chile se ha convertido en un lugar neurálgico para la energía renovable a nivel global. Tras disminuir los costos de producción de energía solar y eólica en menos de una década, ahora está listo para hacer lo mismo con el hidrógeno verde. El hidrógeno verde se produce a base de agua y electricidad renovable. Representa una alternativa limpia a los combustibles fósiles que puede ser utilizada a cualquier hora del día y en cualquier condición climática, capaz de facilitar una mayor absorción de energía renovable.
Con la radiación solar más alta del mundo, marcos institucionales robustos y una regulación rigurosa, el sector de la energía renovable en Chile ha gozado de altos niveles de inversión extranjera directa en los últimos años. En consecuencia, el país ha superado con creces sus ambiciones en energía renovable, alcanzando ya un 21% de capacidad instalada para generación de energía renovable en 2018, seis años antes de cumplir la meta de 20% fijada para el 2025.
Debido a este potencial de producción de energía renovable y a la caída en los precios de venta en las recientes licitaciones (una disminución del 75% desde US$128.9 MWh a US$32.5 MWh entre 2013 y 2017), Chile podría producir el hidrógeno verde más barato del mundo. Esto abre para al país un abanico de oportunidades públicas y privadas para entrar en el creciente mercado del hidrógeno verde, cuyo valor se estima que alcanzará los 2.28 mil millones de dólares en 2027 Proyectos en marcha, como la planta de hidrógeno verde de ENAEX y ENGIE en la región de Antofagasta, representan ejemplos concretos de esas oportunidades. Más aún, el hidrógeno verde se transforma fácilmente en otros combustibles de cero-emisión, como el amoníaco verde y el metanol verde, lo que crea nuevas oportunidades de mercado.
El amoníaco verde derivado del hidrógeno verde es un compuesto extremadamente adaptable, con cerca del doble de densidad energética por volumen en comparación con el hidrógeno verde. Estos atributos físicos han posibilitado que el amoníaco verde surja como un potencial líder en combustibles cero-emisión para el transporte marítimo. Simultáneamente, tiene muchas otras aplicaciones – desde su uso como fertilizante en agricultura hasta explosivos para el sector minero – debido a que en principio es más fácil de almacenar y transportar que el hidrógeno. Sus aplicaciones intersectoriales representan una oportunidad para el desarrollo de sinergias a lo largo de la cadena de valor. Por ejemplo, a diferencia del hidrógeno, ya existe la infraestructura global para almacenar y transportar amoníaco, gracias a su utilización tradicional en el sector agrícola. Actualmente es una de las materias primas que más se comercializa y transporta en el mundo, convirtiéndolo en un componente ideal para mercados de exportación.
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